Los biocombustibles, bajo cuestionamiento

| domingo, 20 de enero de 2008
A partir de 2010 las naftas y el gasoil deberán contener al menos 5 por ciento de componentes de origen vegetal. Pero los especialistas son escépticos respecto de las posibilidades de cumplir esta exigencia con el actual volumen de producción y los elevados precios de las oleaginosas. Además, objetan las supuestas ventajas ecológicas de los biocombustibles

Casi dos años después de su sanción, la ley de biocombustibles, que nació con el objetivo de impulsar la diversificación energética y bajar los niveles de contaminación, está bajo un manto de incertidumbres y cuestionamientos. Varios son los especialistas que ponen entre signos de interrogación los beneficios que estos combustibles verdes traerán al medio ambiente y, sobre todo, dudan sobre la posibilidad real de abastecimiento de biodiésel y bioetanol al mercado interno para el año 2010. De este modo, ingresa en un cono de sombras una de las principales apuestas del Gobierno para enfrentar la escasez y los elevados precios internacionales de los combustibles fósiles.

Llegar o no llegar

Según la Norma 26.093, dentro de dos años la nafta y el gasoil que usen todos los automóviles en la Argentina deberán contener un 5 por ciento de biombustible, que se obtiene de vegetales o grasas animales.

Poder cumplir con esa pauta es un objetivo incierto, pues se estima que se necesitarán 283 mil metros cúbicos de bioetanol y cerca de 850 mil de biodiésel por año para abastecer la demanda interna. Es decir, serán precisos 1.133.000 metros cúbicos totales de biocombustible para cubrir el porcentaje requerido, un monto muy superior a la producción actual. La gran incógnita entonces es si el mercado está preparado para suministrar esa cantidad, o si el Estado tendrá herramientas para garantizarla. En caso contrario corre riesgo la aplicación de la ley.

Algunos especialistas, como el director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, Claudio Molina, consideran que el panorama no es muy alentador. “En biodiésel, si no se modifica la ley, hasta hoy no hay oferta suficiente para el mercado interno, y la tentación del Estado será obligar a los exportadores a abastecer primero el mercado local. En bioetanol, es probable que luego de la sanción de la Ley 26.334, la industria azucarera efectúe las inversiones necesarias para atender el nuevo mercado y que surja algún proyecto de etanol de cereales como complementario”, dice Molina.

En cambio, para el presidente de la Comisión de Minería, Energía y Combustibles del Senado, el justicialista César Gioja, se está trabajando arduamente en el tema: “No tengo dudas de que se va a llegar a cubrir el 5 por ciento para 2010. Ya hay varios emprendimientos funcionando que están produciendo biocombustibles” (ver recuadro).

Los biocombustibles se han convertido en un negocio muy apetecible, ya que la ley garantiza una serie de incentivos fiscales para quienes produzcan biodiésel (soja, colza, palma y jojoba) o bioetanol (maíz, caña de azúcar, remolacha y mandioca) para abastecer al mercado interno. Pero además varias compañías tienen los ojos puestos en el exterior frente a la creciente demanda europea.

Sin embargo, Molina señala que el riesgo de no llegar a cubrir el corte del 5% no está relacionado con la avidez por exportar, y tilda de “caprichosa” la decisión del Gobierno de que “un establecimiento que obtenga la promoción a través del cupo fiscal no pueda al mismo tiempo exportar”.

El problema del abastecimiento generó otra discusión entre empresarios y especialistas: ¿comida o combustible? No son pocos los ecologistas que anunciaron la escasez de alimentos, pues más de uno destinará sus plantaciones de soja, maíz o caña de azúcar a la fabricación de biocombustibles debido a su mayor rentabilidad. Tanto para Gioja como para el ingeniero agrónomo y especialista en diversificación productiva del INTA, Juan Carlos Torchelli, la solución está en exportar menos y destinar esa parte al mercado interno. Con el 9 por ciento de la soja que se envía al exterior se podría cumplir con el 5 por ciento que pide la ley.

¿Más ecológico?

La polémica en torno a los biocombustibles excede la problemática del suministro. Frente al agotamiento de las reservas de combustibles fósiles, como el petróleo y el carbón, y al aumento de los niveles de contaminación, la ley sancionada en 2006 fue planteada como una solución ecológica. “Debemos observar que la producción y el estímulo del biocombustible implican una estrategia para diversificar la oferta energética y para mensurar adecuadamente un impacto ambiental positivo”, explicó al defender la ley el ex senador y actual gobernador del Chaco, Jorge Capitanich.

Pese a ello, la norma no parece cumplir con los objetivos que le dieron nacimiento. Al menos así lo entiende el director político de Greenpeace, Juan Carlos Villalonga, para quien “la ley de biocombustibles no fue impulsada por el sector energético sino por el agrícola, que sólo quiere engrosar sus bolsillos. Además, el biodiésel en base a soja y el bioetanol en base a maíz son muy malos para el medio ambiente”.

La integrante del Equipo Interdisciplinario para el Estudio de los Procesos Atmosféricos en el Cambio Global de la UCA, Diana Mielnicki, coincide en que los biocombustibles acarrean graves problemas para el medio ambiente, debido a que el incremento de la producción de soja provocaría la deforestación de zonas que hasta el momento no han sido exploradas para la agricultura y además aumentaría la emisión de óxido nitroso, un gas de efecto invernadero. “Hay dos tipos de óxidos de nitrógeno, el N2O, que hace efecto invernadero, y el NO y NO2, que son gases contaminantes en la ciudad. Con el biocombustible estos gases contaminantes en la ciudad disminuyen pero las emisiones del cultivo de soja N2O es muy alta. Hay menos contaminación urbana pero más gases de efecto invernadero”, especifica Mielnicki.

En este sentido, una reciente investigación realizada por el Instituto Smithsoniano de las Investigaciones Tropicales desalienta la sustitución de combustibles fósiles por biocombustibles, sobre todo del biodiésel obtenido de la soja y el bioetanol del maíz por producir un elevado impacto medioambiental.

Aunque cada vez más expertos, tanto a nivel nacional como internacional, cuestionan las bondades medioambientales de los biocombustibles, Molina cree que se trata de generalizaciones sin fundamentos que forman parte de campañas de desprestigio generadas por países que ven en los biocombustibles una amenaza a sus intereses por ser tradicionales exportadores de petróleo.

Aminorar la cantidad de autos y mejorar el transporte público no está entre las recetas más populares para remediar la contaminación que produce la emisión de gases de efecto invernadero. La energía solar y la eólica aún resultan muy caras para darle movimiento a los vehículos. Por eso, ante la oleada de críticas al biodiésel y al bioetanol procedentes de la soja y el maíz, el Gobierno y algunas ONG proponen obtener biocombustibles de otras fuentes: celulosa, residuos orgánicos, algas marinas y aceites descartados por los restaurantes.

La obligatoriedad del uso de biocombustibles abrió un abanico de oportunidades para el sector agrícola pero también instaló un debate que hasta ahora había sido evitado. El desafío será alcanzar una fórmula que esté compuesta por un verdadero cuidado del medio ambiente, un desarrollo sustentable, un control eficiente y una capacidad productiva capaz de abastecer la demanda interna. Por ahora, sólo se puede hablar de una etapa experimental (CAMPONOVA)

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