AMBIENTE-BRASIL: Etanol divide a la agroindustria

| viernes, 11 de enero de 2008



Crédito: IPS/Mario Osava

RIO VERDE, Brasil, sep (IPS/IFEJ ) - La expansión de la caña de azúcar para producir más etanol en Brasil encontró una resistencia inesperada en Rio Verde, próspero municipio del central estado de Goiás: los empresarios agropecuarios.


El gobierno local, del conservador Partido Progresista, decidió imponer al cultivo cañero un límite de 10 por ciento del área agrícola municipal. Eso representa 50.000 hectáreas, ocho veces la superficie ya ocupada por la caña en el municipio, para abastecer a una vieja destilería de alcohol carburante o etanol.

La medida, reclamada por empresarios, fue propuesta por el alcalde Paulo Roberto Cunha y aprobada por unanimidad en el Concejo municipal.

El monocultivo de caña es "un tsunami verde que rompe la cadena productiva del agronegocio" y provoca "tragedias sociales" y ambientales si no es controlado, explicó en una entrevista el secretario de Industria y Comercio, Avelar Macedo, impulsor de las restricciones.

La ley municipal, vigente desde septiembre de 2005, también prohíbe la siembra de caña a menos de 50 metros de los manantiales y la quema del rastrojo de los cañaverales a menos de 20 kilómetros de áreas urbanas, cerca de zonas de protección ambiental, de cables eléctricos y carreteras.

La unión de gobernantes y empresarios locales defiende las "actividades diversificadas" que aseguraron un crecimiento promedio de la actividad económica del municipio de 30 por ciento anual desde 2001, según la Asociación Comercial e Industrial.

Rio Verde tiene industrias de aceite que procesan soja, cuyo subproducto, el salvado, alimenta al ganado. El maíz abastece a más de 1.600 criaderos de aves y porcinos, que son proveedores de Perdigão, grupo que hace siete años instaló en la ciudad el mayor complejo industrial de carnes de América Latina y ofrece 7.600 empleos directos y 35.000 indirectos, según Macedo.

Sorgo, frijoles, arroz y algodón son otros importantes productos del municipio, generando un amplio mercado para el comercio de tractores, máquinas e insumos agrícolas. La gran agroindustria fomentó la producción de envases en plantas metalúrgicas, de plásticos y cartón.

El resultado es una ciudad sin pobreza aparente, sin mendigos y con muchas señales de prosperidad, como la intensa actividad comercial y bancaria en la avenida central. Sus 136.000 habitantes disponen de cuatro instituciones universitarias que atraen a estudiantes de urbes cercanas.

Esa estructura agroindustrial encadenada, "que agrega valor localmente", está amenazada por la "euforia del etanol", señaló Macedo. La industria cañera no beneficia a la población, porque ofrece principalmente empleos temporales y mal remunerados, y compra sus máquinas e insumos a proveedores foráneos, explica.

Su expansión constituye un riesgo, porque los agricultores están "descapitalizados" por los bajos precios agrícolas y el valor desfavorable del dólar en los últimos años, y por lo tanto más vulnerables a las ofertas de arriendo o compra de sus tierras por los "usineiros", productores azucareros y alcoholeros, advirtió Macedo, él mismo hacendado y empresario de la construcción y el turismo.

La caña podría llevar progreso en el norte de Goiás, que vive un "vacío económico", pero quiere aprovechar la infraestructura ya implantada en el sur del estado, donde se ubica Rio Verde, señaló.

La ley que convirtió a Rio Verde en una referencia nacional, consultada por decenas de otras alcaldías preocupadas por el monocultivo, enfrenta una acción judicial del Sindicato de las Industrias Fabricantes de Alcohol de Goiás (Sifaeg).

Éste la acusa de inconstitucional por violar el derecho a la propiedad privada y entrometerse en la jurisdicción nacional.

La batalla judicial se prolongará por muchos años, coinciden las dos partes.

La caña ocupa entre 290.000 y 300.000 hectáreas en Goiás, que equivalen a apenas 0,8 por ciento del territorio estadual, y con la máxima expansión prevista alcanzaría sólo dos por ciento, menos de un tercio de la superficie que ocupa actualmente la soja, alegó Igor Montenegro, presidente de Sifaeg. A las 18 destilerías en funciones podrán sumarse hasta 20 en los próximos cinco años, "sin amenazar los granos".

Esa expansión demandaría una pequeña parte de la "inmensa área que puede ser liberada" por una sencilla mejora en el manejo de la ganadería, que actualmente se extiende por 57 por ciento del territorio goiano en "pastizales de baja productividad", sostuvo el entrevistado.

Montenegro busca contrarrestar la "histeria sin fundamento" de sectores económicos que nada tendrán que temer "si son competitivos y rentables". La agroindustria cañera, aseguró, es la que "más empleos ofrece en el agronegocio, un millón directos y seis millones indirectos" en todo Brasil. Y son cada vez menos temporales y más calificados, con la mecanización de la cosecha, acotó.

De hecho, no haría falta deforestar para ampliar los cañaverales o el cultivo de granos en Goiás, coincidió Emiliano Godoi, agrónomo y superintendente de Biodiversidad y Bosques de la Secretaría de Medio Ambiente del gobierno estadual. Pero la tradición es "abrir nuevos pastizales" y no recuperar los degradados, por ello la caña empuja la frontera de la deforestación.

Eso pone en riesgo al Cerrado, la sabana brasileña de bosques ralos que ocupa gran parte del centro del país. Se trata de un bioma muy afectado por el avance agrícola y que ha merecido poca atención de conocimiento y conservación.

En Goiás las áreas de conservación alcanzan apenas 4,87 por ciento del territorio estadual, "lo que es muy poco, pero hace cinco años era sólo uno por ciento", dijo Godoi. Además, la mayoría de los municipios incumplen la legislación que exige mantener por lo menos 20 por ciento de las tierras con la vegetación original.

Pero su preocupación respecto de la caña es "más social que ambiental". Durante la cosecha de mayo a noviembre, las pequeñas ciudades del interior reciben a miles de cortadores de caña que vienen de lejos, aumentando la prostitución y los embarazos de niñas y adolescentes.

La quema de los cañaverales para facilitar el corte contamina el aire, provocando enfermedades respiratorias. Así se acumulan los problemas que sobrecargan los servicios de alcaldías de escasos recursos, observó Godoi.

La contaminación de las quemas en Goiás es más perjudicial que en São Paulo, principal productor de azúcar y alcohol de Brasil, porque el aire del Cerrado en esta época es muy seco y mantiene por más tiempo en suspensión el material particulado concentrado, acotó. A eso se suma un saneamiento precario en la mayoría de las ciudades.

* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales). Publicado originalmente el 1 de septiembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (FIN/2007)

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