En pleno auge de los biocombustibles, considerados una buena alternativa a los hidrocarburos aunque su explotación no esté exenta de controversias, laboratorios de todo el mundo se afanan por mejorar su calidad y optimizar sus procesos productivos. La última idea viene de California, de mano de unos científicos que afirman obtener alcoholes superiores a partir de la glucosa utilizando en el proceso una bacteria, la Escherichia coli, modificada genéticamente.
"En comparación con el biocombustible tradicional, el etanol, los alcoholes superiores ofrecen ventajas como sustitutos de la gasolina por su alta densidad energética y baja higroscopicidad [absorción de humedad, lo que dificulta su almacenamiento y distribución]", afirman en la revista Nature Shota Atsumi, Taizo Hanai y James C. Liao, todos ellos de la Universidad de California en Los Ángeles. "Pero estos alcoholes superiores no pueden ser sintetizados de manera económica utilizando microorganismos naturales".
Con ingeniería genética en la E.coli estos científicos afirman haber obtenido una buena producción de isobutanol a partir de glucosa. Además, sugieren que esta idea para pasar a los biocombustibles de nueva generación se puede hacer realidad fácilmente con otros microorganismos, como Saccharomyces cerevisiae.
El experimento que han hecho consiste en modificar los mecanismos metabólicos de la E. coli para incrementar la producción del ácido 2-Keto, un compuesto esencial en el proceso de biosíntesis del alcohol deseado.
Por otra parte, la revista Science da a conocer un estudio encargado por el Gobierno suizo que compara 26 diferentes biocombustibles con la gasolina, el diesel y el gas natural desde el punto de vista de las emisiones de gases de efecto invernadero y de su impacto medioambiental. El estudio afirma que, aunque muchos biocombustibles (21 de 26) reducen sustancialmente las emisiones en comparación con la gasolina, casi la mitad de los analizados (12 de 26), incluido el etanol de maíz y de caña de azúcar, o los diésel de soja y de aceite de palma, tienen mayores costes ambientales que los combustibles fósiles. Los mejores son los biocombustibles producidos a partir de productos residuales y el etanol de hierba o de madera. La conclusión es que los gobiernos deben ser más selectivos al incentivar los biocombustibles.
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